Hacia el exterior
por Olaf Möller
A partir de 1972, Wolf-Eckart Bühler trabajó como miembro del comité editorial de Filmkritik, la única revista de cinematografía de orientación intelectual que tuvo algún interés de las que existían en la RFA. Es importante hacer esta observación porque el mismo Bühler se veía más como ensayista literario fascinado por el cine: en efecto, a diferencia de algunos compañeros filmkritikianos suyos, como Hartmut Bitomsky y Harun Farocki, Bühler no era un director que además escribía sobre cinematografía, sino un autor obsesionado con los proyectos, lo cual equivale a decir que no le entusiasmaba hacer películas, pero cuando surgía la ocasión estaba dispuesto a afrontar ese reto. Atención, no obstante: el mero hecho de que Bühler formase parte del colectivo de Filmkritik indica que la cinematografía como praxis, y tal vez incluso como objetivo vital, no le resultaba del todo ajena ni escapaba a su comprensión, pues la revista entonces funcionaba sobre la base del principio implícito de que acción y reflexión iban juntas: uno escribía cuando no rodaba y rodaba cuando no escribía; y, así, en el núcleo duro de la publicación raro era, en aquellos tiempos, encontrar algún autor carente de la aspiración de expresarse de otras formas, además de mediante los filmes.
Y, con todo, en el caso de Bühler se necesitaba un pequeño estímulo del exterior. El cual llegó por cortesía del fallecido Werner Dütsch, entonces responsable de publicaciones de WDR, que le preguntó a Bühler si no le gustaría hacerle una película… e incluso tenía un proyecto a mano: Leo T. Hurwitz: Filme für ein anderes Amerika (1980). La sugerencia de Dütsch venía dada por una minuciosa lectura de los ensayos publicados por Bühler en Filmkritik, en los cuales se hacía patente uno de sus principales ámbitos de interés: la torturada izquierda de Hollywood. Habría que saber que de Filmkritik se publicó una gran cantidad de números que eran, en esencia, monografías; entre ellas, Bühler redactó o corredactó las dos dedicadas a Irving Lerner, los números 289 y 290, que ocupan un lugar especial en la memoria de mucha gente, no solo en tanto que trabajo pionero (en aquella época, lo que había sobre el tema en los medios estadounidenses era cero), sino también por ser un proyecto en el que se condensan muchas de las obsesiones y aspiraciones de Filmkritik; si uno sabe leer en alemán y se toma el cine en serio, debe poseer esos dos números y estos han de parecer bien leídos, o si no va a tener que dar unas cuantas explicaciones.
Tras su documental sobre Hurwitz, Bühler continuó con otras dos obras, de duración media, referidas a las víctimas de la lista negra de la era mccarthiana: Innere Sicherheit: Abraham Polonsky (1981) y Vor Anker, Land unter. Ein Film mit Sterling Hayden (1982), la segunda de las cuales constituyó una creación paralela a su primer largometraje para el cine (o digamos la versión poética de este en verso libre), la obra de enigmático título Leuchtturm des Chaos (1982), la cual, a su vez, es una especie de creación paralela a Der Havarist (1984), su única película clasificada como de ficción. Leuchtturm des Chaos y Der Havarist deberían entenderse como proyecto doble accidental: la primera se hizo espontáneamente mientras se intentaba sacar adelante la segunda. Bühler estaba buscando a Sterling Hayden porque quería adquirir los derechos sobre su tomo autobiográfico Wanderer (1963), que pretendía adaptar a la gran pantalla, cosa que en efecto hizo con Der Havarist; después de mucho tiempo de llegar siempre demasiado tarde, cuando Hayden ya se había marchado hacia puertos ignotos en su gabarra, Bühler por fin lo encontró en Besanzón; el viejo les cogió un amable afecto a aquellos jóvenes (de paseo con Bühler iban su colega auteur Manfred Blank y el escritor Felix Hofmann) y los dejó quedarse unos días, durante los cuales insinuó que estaría dispuesto a que fuesen ellos los que rodasen su retrato audiovisual. Sin duda, he aquí un ejemplo de por qué aquellos eran tiempos mejores para el cine de la RFA: Bühler pudo conseguir financiación al instante, ni más ni menos, y una semana después estaba de vuelta. Lo que vino a continuación fueron días de borrachera y drogas y noches de reminiscencias y divagaciones a través de los cuales Hayden intentó encontrarle sentido a su vida, de lo que resultó su actuación más espléndida; Bühler et al. eran para él bufones de la corte y confesores a un tiempo, un público de inocentes curiosos venidos del exterior y, en suma, una oportunidad para hacer algo que de otra manera nunca sería capaz de llevar a cabo: Hayden tenía que dejar el alma al descubierto…, ¡no!, tenía que comprobar si aún la conservaba, pues ocurría que a este hombre que dice que está en guerra consigo mismo (¿y qué hombre que se esfuerza por ser fiel a sí mismo no lo está?) le daba miedo la posibilidad de haberla destruido en algún punto del camino, ya que aquellos que se buscan a sí mismos albergan una tendencia natural que los atrae hacia la tierra quemada. En todo este pelear por/con la verdad —¡alguna verdad, demonios!; sí, alguna verdad—, él constituye una de las presencias más hermosas de todo el cine, radiante en espíritu y carne. Al cabo, puede que él sea demasiado para sí mismo. Paso a Walt Whitman: «Pues sí, me contradigo, ¿y qué? (Yo soy inmenso, yo contengo multitudes)».
Que tal vez sea la razón por la que Bühler llamó a tres artistas performativos para que interpretasen a Hayden (aspectos o caras suyos) en Der Havarist, dos de los cuales eran, en aquellos tiempos, de peligrosa y dudosa consideración en la RFA: el ladrón de bancos metido a escritor y actor Burkhard Driest y el cantautor comunista Hannes Wader; el tercero es Rüdiger Vogler, el señor Melancolía Masculina del cine de la década de 1970. Driest interpreta a Hayden en las recreaciones (las cuales, por supuesto, aspiran a nula verosimilitud histórica); Wader narra; Vogler reflexiona. Pero ¿Der Havarist es un largometraje de ficción?: acaso de la misma manera que hace de Wanderer una novela. Se trata de un collage narrativo (¡y, en ese sentido, bastante más próximo, sorprendentemente, a Vor Anker, Land unter. Ein Film mit Sterling Hayden que a Leuchtturm des Chaos!), de un ensayo que se vale de todos los recursos y tropos estilísticos, incluso de aquellos que por convención se reservan para otros géneros expresivos. Lo que hace que este resulte ser un filme especialmente fascinante para un público local radica en varias de las presencias vistas y oídas: está el productor inconformista Laurens Straub (no hay parentesco alguno, con pena lo digo), el poco convencional auteur filoestadounidense Hans Noever, el filmkritikiano de primera generación y más tarde director de Museo del Cine de Múnich Enno Patalas, el axioma del Swinging Schwabing que era Roger Fritz (grabado contra lo que parece el torso de una estatua griega, como una especie de joven Dios), la enigmática y muy atractiva Kristina, hija de la estrella de la década de 1950 Peter van Eyck, una femme fatale del mundo real…; en los créditos leemos que del atrezo se encargó Nikolai Müllerschön, que en torno a la misma época hizo sus primeras películas y, durante un breve período, fue una de las esperanzas que hicieron confiar en una cultura cinematográfica comercial del pos-Nuevo Cine Alemán dotada de inteligencia y pelotas (iba a ser mucha suerte).
Al cabo de un año, Bühler sacaría su tercer y último largometraje: Amerasia (1985), otro filme que desafiaba los saberes convencionales del género, siendo así que aquí todo el mundo más o menos se interpreta a sí mismo, mientras que la historia parece constituir principalmente un motivo que permita que se vea a esta gente. En algunos sentidos, la guerra de Vietnam no acabó nunca a pesar del acuerdo de paz oficial; dejó su huella no solo en un panorama devastado, sino también en los miles y miles de hijos que tantos soldados estadounidenses de toda etnia tuvieron con las mujeres del lugar. El sudeste asiático ha cambiado irrevocablemente y eso lo ve cualquiera. Por otra parte, hubo otros tantos miles y miles de veteranos que no consiguieron sacarse de la cabeza esa región. Bühler dice que su actor principal (y el único, en realidad), John Anderson, que había servido dos años en Vietnam, se vio arrastrado hacia atrás en el tiempo durante el rodaje y empezó a comportarse otra vez como un soldado, a soltar un blablá patriótico, a volverse paranoico poco a poco. El título del filme apunta, por supuesto, a la incómoda manera en que se entrelazan los Estados Unidos y Asia, pero también suena a una variedad particularmente maligna de amnesia. Amerasia transforma a los olvidados —o, para ser más precisos, a los desechados— en cuerpos, voces, vidas, historias que recordar. En todo eso, hoy transmite la idea y la impresión de que se trata de una especie de prólogo a la épica obra de John Gianvito For Example, the Philippines (2010-2015).
El tiempo no corría a favor de Bühler. En el cine de la RFA había cada vez menos sitio y se tenía cada vez menos paciencia que ofrecerles a los aventureros, los exploradores, los trotamundos, a aquellos que estaban siempre en movimiento, con la mente cuando no en carne y hueso. Entiéndase: Bühler no albergaba interés alguno por convertir el cine en su profesión principal, en un trabajo fijo. Probablemente tampoco le apeteciese ser amable con la clase de gente equivocada. Y, así, hizo unas cuantas obras más de corta y media duración para la televisión y lo dejó. Había otras historias de las que ocuparse, como ver mundo, únicamente para acabar regresando a Schwabing (el barrio viejo bohemio de Múnich).
Se rumorea que más adelante hizo cosas bajo seudónimo; otros dicen que montó un bar en Vietnam que se llamaba Apocalypse Now; la cuestión no radica en si esos rumores son ciertos o no, sino en lo que dicen de la impresión que tiene la gente de Bühler y de la cultura en que vivimos. Bühler es quien es.
DER HAVARIST – NAUFRAGIO
Basado en la novela autobiográfica de Sterling Hayden The Wanderer (1963)
Producción: Wolf-Eckart Bühler, Red Harvest Films
Cámara: Peter Gauche
Montaje: Gisela Castronari
Sonido: Martin Müller
Música: Konstantin Wecker
Con: Burkhard Driest, Hannes Wader, Rüdiger Vogler, Sterling Hayden, Hans-Michael Rehberg
Basado en la autobiografía de Sterling Hayden, Der Havarist recrea y escenifica pasajes del libro y momentos de la vida de Hayden, centrándose sobre todo en sus testificaciones ante el HUAC, (Comité de Actividades Antiestadounidenses). Tres diferentes actores hacen de Sterling Hayden: el controvertido Burkhard Driest, el declarado miembro del partido comunista alemán y compositor Hannes Wader y Rüdiger Vogler. Der Havarist es, además de una película extraordinaria, una proclama política y como dice el propio Bühler, una oportunidad de cuestionarnos a nosotros mismos.
LEUCHTTURM DES CHAOS – FARO DEL CAOS
Producción: Wolf-Eckart Bühler, Red Harvest Films
Fotografía: Bernd Fiedler
Montaje: Manfred Blank
Sonido: Manfred Blank
Con: Sterling Hayden
Fascinado por la extraordinaria autobiografía de Sterling Hayden The Wanderer (1963), Wolf-Eckart Bühler pasó casi un año buscando al actor americano para conseguir los derechos del libro y poder hacer una adaptación cinematográfica. Finalmente lo encontró en Francia, viviendo en una barcaza cerca de Besanzón. Hayden no solo le dio su permiso sino que le sugirió filmar también las conversaciones que estaban teniendo. Este soberbio documental es el resultado directo de su encuentro, un emocionante retrato del marinero, héroe de guerra, partisano, estrella de Hollywood, comunista y también colaborador del FBI, Sterling Hayden.