Una poeta muere. Otra, más joven, recibe como herencia el mandato de hacer conocer su obra. A esa tarea se suma un equipo de mujeres de cine. Ese extraño triángulo pone en marcha este film que, curiosamente, no adopta la forma de una investigación sino de un entramado aún más complejo y sutil. Previsiblemente, surgen preguntas, pero también revelaciones, momentos casi secretos de belleza y de lucidez, y una persistente incertidumbre que acaba por volverse un objetivo. A través de esas estrategias laterales, Juana Bignozzi acaba por aparecer en el film en todo su esplendor, invencible y vital: el film triunfa.

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El film es la relación de un cineasta con su barrio, en el que un nuevo edificio oculta ahora las vistas que él tenía desde su casa del cerro Provincia y de la cordillera de Los Andes. Esta situación la cuenta en cartas manuscritas a una joven cineasta que un día fue a dejarle su primera película.

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«No hay ciencia, ni progreso en el conocimiento, sin amor, sin pasión, sin identificación, incluso cuando se trata de un tema aparentemente desprovisto de vida, como la evolución de una vertiente o el origen de un aguacero. Se puede quizás, aplicar una técnica rutinariamente y con pura objetividad, pero ciertamente no se pude descubrir algo nuevo sin que el investigador se implique por completo en el tema que intenta dilucidar». Suzanne Daveau traza el esbozo de una mujer aventurera que atraviesa el s.XX, hasta hoy en día, guiada por su pasión por la investigación geográfica. La película transita entre los numerosos espacios-mundo recorridos por la geografía y los espacios-casa reservados que acogen su vida privada.

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En el desierto de Mojave al sur de California se encuentra la ciudad inacabada de California City. Ideada 60 años atrás, originalmente la ciudad pretendía ser una reproducción de Los Angeles en tamaño y población, pero nunca llegó a terminarse. En el centro de Victoria está Lashay T. Warren, que dejó atrás su turbulento pasado en Los Angeles para comenzar una vida nueva dentro de esta red de miles de calles derruidas. Victoria evoca un deambular en el que elementos reales e imaginarios se entrelazan, y en el que Lashay T. Warren, como si de un pionero contemporáneo se tratase, escribe su propio camino y deja una huella tras de sí.

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