Danny Lyon

©Jack Foley / Danny and Nancy Lyon in the Penitentiary of New Mexico, 1985

Danny Lyon:

Filmar contra los procedimientos de exclusión

Primera retrospectiva internacional

 

Los desplazados
Notas sobre los filmes de Danny Lyon

Prefiero dar a este texto la apariencia de notas tomadas en limpio, pero conservando su carácter espontáneo. Aquí me parece imposible hacer otra cosa: al cabo, sé demasiado poco sobre el cine de Danny Lyon, no sé nada de los modos de producción que le han permitido realizar tantas películas en un período de veinticinco años, y tampoco sé nada sobre su forma de distribución (¿redes de televisión por cable?, ¿circuito militante?). Y la documentación (esencialmente estadounidense) es escasa, o resulta aún casi inaccesible. Presentar un texto denso y vertical sobre el Danny Lyon cineasta podría dar como resultado algo parecido a una mentira: un discurso de especialización.

Pero no significa eludir estos filmes el negarse uno a proponer nada más que una serie de notas. Al contrario, es obedecer a su sentido propio: si hay algo que parezca guiar la mirada de Danny Lyon, es precisamente un asco profundo, original y arraigado ante toda forma de dominación. Textos que les imponen a los hombres el trazado físico y cartográfico de sus desplazamientos. Decretos ministeriales o regionales que les dictan a determinados cuerpos, de determinado color o que se expresan en determinadas lenguas, que no deben cruzar tal o cual frontera o, de lo contrario, pagarán el precio del abandono: el aceptar no vivir de una forma que no sea en la clandestinidad, con todo lo que ello implica de pobreza, peligro y desigualdades. Textos legales escritos por los vencedores y que delimitan unas zonas en las que entrar significa renunciar a algo de la propia libertad originaria. Sus filmes llevan el rechazo al control grabado en su propia escritura.

Las películas de Danny Lyon no se ven desde hace décadas. ¿Y si ese desconocimiento procediese de los aprietos mismos en que metieron estos filmes a sus patrocinadores en los Estados Unidos, fuesen las televisiones, las instituciones, las redes activistas o la crítica? Las películas de Lyon no respondieron espontáneamente al trabajo de caricatura de la realidad que unos y otros, por razones a menudo encontradas, esperaban de ellas. Viéndolas hoy se constata que no eran ni lo bastante condescendientes ni lo bastante simplistas. ¿Qué se les reprochaba a los documentales de Danny Lyon? Tal vez que creyesen demasiado en la Realidad.

Risas.

No querían servirse de una hermosa y enfática voz en off para fundamentar un propósito o una causa que solo pidiese eso. No, Lyon debió de decirse de cada vez que poner ahí una voz en off para hablar de los inmigrantes ilegales que cruzan la frontera por Arizona, como en esa extraordinaria escena de El Otro Lado (¿su película más bella?, en mi opinión sí), sería igual que hablar en lugar del otro.

No esconderse tras el comentario era todavía una decisión muy minoritaria, pues, en el cine documental de los años 70; solo Frederick Wiseman parecía acogerse a ella por entonces. En el caso de Danny Lyon, dada la población que habita sus películas, la ausencia de voz en off constituye un factor determinante a partir del cual las cintas se inscriben en una postura política. La pregunta esencial de su cine desde finales de los años 60 la planteó en 1985, en términos potentes y esclarecedores, Gayatri Spivak: Can the Subaltern Speak?

Sí, ¿pueden hablar los subordinados?

Pregunta política, pregunta filosófica. Pero se trata también, y ante todo, de una pregunta de cineasta; un documentalista que plantea a lo largo de su vida la cuestión de los exiliados, los emigrantes, los sin papeles y los presos también se plantea, en primer lugar, la cuestión de la palabra: ¿quién toma la palabra?, ¿quién la asigna?

Lyon podría robársela, robarle la palabra a la minoría. ¿Quién iba a advertirlo?

Sin embargo, decide no hacerlo, no hablar por ellos. Se prohíbe hacerlo. A partir de ese momento, encuentra para sí mismo un lugar como cineasta, un lugar muy pequeño, estrecho, pero precioso: él es el que relata una experiencia. No filma para tomar la palabra, sino para transmitirla.

Pero ¿cómo la transmite? Situándose junto a ellos, filmando desde su lado, pero sin hacer creer tampoco que sea uno de ellos. En todo momento, el lugar desde el que filma nos recuerda que él es externo a ellos, diferente de ellos. No va a hacer de emigrante mexicano, de indocumentado ni de preso. Su posición determina otra cosa, muy sutil: nos dice quién es, a saber, un fotógrafo y cineasta estadounidense, blanco y libre. Su situación no es comparable a la de ellos. Sin embargo, su libertad no tendría el mismo sabor si no diese cuenta de vidas distintas de la suya, vidas que luchan por poder desplazarse libremente de un espacio a otro. Y esta cuestión del movimiento posible en el espacio Lyon la convierte en una cuestión propia del cineasta. Es la cuestión que lo obliga, en determinados momentos de su vida, a dejar por un instante la fotografía para registrar y plasmar desplazamientos sensibles.

La cuestión de la posibilidad (flujo migratorio), pero también de la imposibilidad (cárcel, clandestinidad), del movimiento, del paso de un espacio a otro, se torna la cuestión central de su cine. Y Lyon les plantea esta cuestión a los Estados Unidos, el gran país que ha hecho de la travesía del territorio y de su conquista una historia, una moral y una mitología.

Sus películas siempre parecen haber comenzado sin nosotros y, en cierto modo, terminan como empezaron: sin que se concluya nada definitivo, sin puntuación. Lyon odia las conclusiones. Todos sus filmes se cuidan mucho de no levantarse sobre la ilusión de un clímax.

Cabe la posibilidad de que haya dos Danny Lyon: el fotógrafo y el cineasta. No, lo siento, no hay más que uno. El que conocíamos era fotógrafo; el que no conocíamos era cineasta. Eso es todo y ahí, solamente ahí, radica la diferencia.

En la contraportada de su libro The Bikeriders, arriesgada obra sobre los Ángeles del Infierno, se puede leer esta presentación:

En 1965, Danny Lyon, veterano de 23 años del movimiento sureño por los derechos civiles, entró en el Chicago Outlaws Motorcycle Club, montado en una Triumph de 650 c. c. y disparando una Nikon Reflex y una Rolleiflex. Son legendarias sus imágenes de la vida carcelaria, del movimiento a favor de los derechos civiles en el sur y de las naciones indias estadounidenses. Entre sus numerosos libros se cuentan The Destruction of Lower Manhattan, Conversations with the Dead, Knave of Hearts e Indian Nations. Lyon divide su tiempo entre el valle del Hudson (Nueva York) y el valle del río Grande (Nuevo México).

Lyon vivía con Robert Frank y Mary en la W 86th Street de Nueva York cuando realizó su primera película, Social Sciences 127, sobre un artista del tatuaje de Houston, Bill Sanders. Estábamos en 1969. También a Robert Frank le gustaba variar los medios y pasar de la fotografía al cine; pero, en cierta manera, nunca procuró hacer extensible la fotografía al documental, sino que el cine le sirvió para convertir los Estados Unidos en un pequeño teatro, histérico (Pull My Daisy) o mitológico (Candy Mountain). Lyon, por su parte, no hizo divisiones. Es como si en una escena él tuviese puestos los dos ojos, uno para la fotografía y otro para la cámara.

Pero ¿cómo, que no son lo mismo?

Por supuesto que no: son dos ojos que trabajan en tiempos diferentes. Uno es para el Laocoonte, es decir, va en busca de la pose más bella, del instante preciso en que el sujeto se muestra en su perfección estatuaria. El otro, por ahora, no es ya uno concreto sino «cualquiera»; es el ojo del cine y la pose se funde en una serie de veinticuatro fotografías por segundo en la que surge otro poder: el de la continuidad, el del movimiento y del espacio que se deja ver en sus perturbaciones.

Es interesante ver lo que el Lyon cineasta le aporta al Lyon fotógrafo. O a la inversa. Lo que su cine perpetúa a partir de sus fotografías. Únicamente un examen sistemático de los dos archivos nos permitiría teorizar al respecto, así que contentémonos con una mera intuición: el documental tal vez le ha enseñado a ser menos compositivo. La tradición fotográfica a la que pertenecía Danny Lyon soñaba con una escritura periodística que, no obstante, llevaba en su interior las reglas de la composición clásica. Sus fotos de The Bikeriders o Conversations with the Dead importan la composición clásica a la energía de lo cotidiano.

El cine documental se apresura a desconfiar de las imágenes demasiados bellas y de las composiciones demasiado sólidas. Sobre todo un cine que, al igual que el suyo, como puede verse en El Otro Lado y en Little Boy (una película curiosa, casi experimental, en la que muestra unos Estados Unidos blancos invadidos por la televisión, que confronta con unos Estados Unidos no representados, invisibles: el país de los inmigrantes ilegales, el de los pueblos de las reservas), muy pronto aprenderá a ubicar su investigación en un lugar distinto del de la composición, pero adoptando una forma de situarse él mismo en el interior de una serie de desplazamientos que deciden sobre la supervivencia de sus sujetos. Así, pues, no es tanto el encuadre como el espacio y la duración lo que le sirve de muletas para hacer la imagen.

Vuelvo de nuevo a su cinta más rica, El Otro Lado. No obstante, todas las películas de Danny Lyon son películas que buscan ir al otro lado. Ya no las filma desde su propio espacio, sino que se incorpora a otro que está separado de nosotros por la frontera trazada por la ley, un espacio milimetrado en el que un mexicano aún era un mexicano hace unos segundos y se convierte en ilegal unos metros más allá.

¿Cuál es ese espacio que la fotografía no puede cubrir y que el cine puede intentar salvar in extremis? Un espacio en el que los sonidos resultan primordiales, porque alertan. El sonido de las películas de Lyon lleva en sí la información que necesitan para sobrevivir los que viven en la clandestinidad. Ese espacio se halla siempre en confrontación con un sonido externo que da la alerta. El fuera de campo lo decide todo, señaló Eisenstein. Y Eisenstein sabía un par de cosas sobre cómo jugar con las reglas de la política y lo político.

El muy escaso montaje de sus películas también es resultado de ello: intervenir lo menos posible, para no desplazarse por el espacio en lugar de la persona filmada, pero también con objeto de dejar el tiempo necesario para que la información aportada por el sonido entre en la imagen, se despliegue en ella y le resulte útil a la acción que está filmando, la cual es siempre una acción de supervivencia.

Una nota al final de los créditos de El Otro Lado: «La caminata por el desierto fue recreada por los siguientes trabajadores indocumentados». Esto es importante: él no trabaja como periodista, para captar el instante, sino como cineasta, de ficción si es necesario, que se permite rehacer la toma, en otro lugar, en otro momento, pero según unos parámetros de espacio y movimiento que ha podido observar sin cámara, durante una situación en la que resultaba peligroso para los emigrantes que él acudiese con cámara (podrían haber sido detectados). Ello no cambia en nada el objetivo de las películas: dar la sensación de una experiencia. Sin embargo, cuando llega el cine, a veces es demasiado tarde; lo que sea ya ha pasado. Pero el problema sigue ahí y aún no se ha filmado. Así que hay que escenificar la acción una segunda vez para que se la oiga en la realidad.

De ese primer visionado de las películas de Danny Lyon conservo la impresión de que para él el cine solo existe con el objeto de captar la experiencia: hay vidas, vidas invisibles, y su deber es captarlas para contar una historia. Y para así dar a esas vidas clandestinas la posibilidad de un día, tal vez, existir en lo visible.

En eso consiste rodar contra los procedimientos de exclusión.

 

Escrito por Philippe Azoury para nuestro catálogo

SOC. SCI. 127

Danny Lyon, 21', 1969, USA
Una película de Danny Lyon
Sonido: Ed Hugetz, David Gerth
Producido con el apoyo del American Film Institute

Estreno internacional

Filmado en Houston, Texas, en 1969, la primera película de Lyon Soc. Sci. 127  trata sobre un excéntrico tatuador que bebe, fuma y que se aferra a una cosmovisión caótica hecha de opiniones aleatorias sobre todas las cosas, desde la reveladora etimología de la palabra felación a sus propias motivaciones para hacer una película documental.

ENTRADAS

LLANITO

Danny Lyon, 52', 1971, USA
Una película de Danny Lyon

Estreno internacional

Llanito es la primera película de su trilogía filmada en Bernalillo, Nuevo México, y es también el debut en la pantalla de Willie Jaramillo. Él es el centro de un grupo de jóvenes con quienes Lyon mantuvo la amistad y cuyas vidas documentó en las siguientes décadas. La película deambula por la ciudad y entre sus habitantes, a veces con el agudo instinto  de un águila del desierto y otras con un estupor beodo, tropezando de una escena a otra con la inevitabilidad visceral e irracional de la atracción gravitatoria.

ENTRADAS

EL MOJADO

Danny Lyon, 18', 1974, USA
Una película de Danny Lyon
Sonido: Ed Bevan, James Blue, Stephanie Chrisman
Producido por J.J. Meeker
Con los Sawdust Boys de New Mexico

Estreno internacional

El Mojado es una película sobre mi mejor amigo en Nuevo México, un trabajador sin papeles proveniente de la zona rural de Chihuahua. Eddie podía hacer lo que fuese, fabricar cualquier cosa, arreglar cualquier carro o camión, y normalmente con chatarra. Juntos construimos una casa de adobe y cada primavera nos encontrábamos cerca de la frontera y lo llevaba a escondidas ilegalmente a los Estados Unidos. Él me introdujo en el increíble mundo de los “inmigrantes ilegales”. Danny Lyon

ENTRADAS

LOS NIÑOS ABANDONADOS

Danny Lyon, 63', 1975, Colombia
Una película de Danny Lyon
Sonido: Paul Justman

Estreno gallego

En 1975 Danny Lyon viajó a Colombia y realizó una película impasible aunque llena de lirismo, dedicada a la creciente población de niños sin hogar, viviendo en las calles, abandonados por sus familias e ignorados tanto por la Iglesia como por el Estado. Guiado por su diestra mirada de fotógrafo, Lyon captura las crudas paradojas de una sociedad adulta que elude a los niños olvidados, quienes simbolizan precisamente todo aquello que los adultos más temen y niegan: la pobreza y la desolación.

ENTRADAS

LITTLE BOY

Danny Lyon, 54', 1977, USA
Una película de Danny Lyon
Montaje y sonido: Paul Justman
Subvencionado por el National Endowment for the Arts

Estreno internacional

La bomba Little Boy lanzada sobre las gentes de Hiroshima, fue diseñada y probada en Nuevo México, no lejos de Bernalillo, una ciudad deprimida y destartalada al norte de Alburquerque donde Lyon construyó una casa de adobe para su familia a comienzos de los años 70. Pero hay otro little boy llamado Willie Jaramillo. A los dieciocho años acaba de salir de la prisión por una serie de delitos menores. Mientras Lyon ronda las calles preguntando a vecinos y amigos por Willie o por ellos mismos, la película regresa a su infancia, idílica en comparación con el presente, y la historia de un hombre emerge con más importancia que la propia bomba atómica.

ENTRADAS

EL OTRO LADO

Danny Lyon, 60', 1978, USA
Una película de Danny Lyon
Asistente de Montaje: Alton Walpole
Sonido: James Blue (Mexico), Michael Becker (Arizona)
Realizado gracias al apoyo de The New Mexico Arts Commission, The National Endowment for the Arts, John Simon Guggenheim Memorial Foundation, Parish Witness Program, American Baptist Churches

Estreno internacional

El otro lado fue filmado en los campos de cítricos del condado de Maricopa, una vasta area agrícola cercana a Phoenix, en EEUU. En ella se nos presenta a la familia Garey a la que Lyon filma en su hogar en México. El cruce ilegal de la frontera es una reconstrucción en la que trabajadores ilegales escenifican su entrada ilegal en los Estados Unidos.

ENTRADAS

WILLIE

Danny Lyon, 78', 1985, USA
Una película de Danny Lyon
Sonido: Nancy Weiss Lyon, Ed Hugetz, Jack Foley, Doug Kuntz
Producción, Fotografía y Montaje: Danny Lyon
Asistente de Montaje: Nancy Weiss Lyon
Producida con las subvenciones de The New Mexico Arts Commission, The Santa Fe Council for the Arts, The Southwest Alternate Media Project, The National Endowment for the Arts

Estreno internacional

Willie es la tercera y última película de Lyon filmada en Bernalillo con Willie Jaramillo. Más preocupado con el destino de su amigo que en Little Boy y en Llanito, Lyon entra en las prisiones y comisarías donde Willie o sus amigos de infancia han cumplido condena. Observando y entrevistando a Willie y a sus hermanos, a sus compañeros de prisión, a los alcaides y a cualquiera en su círculo de conocidos, como si en algún lugar existiese una pista que explicase los problemas interminables que le persiguen sin compasión y que parecen haberse apoderado de su suerte.

ENTRADAS

SNCC

Danny Lyon, 74', 2020, USA
Una película de Danny Lyon

Estreno internacional

Utilizando cientos de fotogramas inéditos filmados en el Sur profundo de los Estados Unidos en el apogeo del Movimiento por los derechos civiles, y grabaciones hechas en el interior de las iglesias a principios de los años sesenta, Lyon recrea una de las organizaciones estudiantiles más exitosas de la historia, la SNCC (Comité Coordinador Estudiantil No Violento), la punta de lanza que puso de rodillas a Jim Crow.

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