Conocí a Chantal en 1965, en un instituto pijo de Bruselas en el que no andábamos metidas en nada bueno. Allí ninguna de las dos se sentía cómoda y muchas de las clases nos las saltábamos para ir al cine. Solíamos ir al centro, a sitios fascinantes donde vimos, en un cine pequeñito, Pierrot le Fou (Pierrot el loco); y también íbamos a la Cinemateca de Bélgica (Cinematek), donde pasaban tres sesiones diarias.
Como no teníamos pasta, hacíamos autoestop de Bruselas a París para ir al cine, que es la historia de la película J’ai faim, j’ai froid. Asistimos al Festival de Cine Experimental de Knokke, en el que vimos cintas tumbadas en el suelo y bebiendo leche. Nos quedamos asombradas de que no hubiese trama y nos dijimos que queríamos dedicarnos a la realización de películas.
Nos matriculamos en una escuela de cine haciendo trampas en el examen de acceso. Más bien, yo fui la que hizo trampas, pues Chantal me ayudó con la parte de matemáticas; yo era un caso perdido y aún lo soy. No nos gustó aquella escuela: querían que estudiásemos física, matemáticas, óptica…, y nosotras solo deseábamos hacer películas y escribir guiones.
Chantal se fue a París y yo me quedé en Bruselas. Nos reuniríamos para hacer filmes. Chantal realizó Saute ma ville; probablemente yo estuviese allí, tal vez para conducir. Chantal realizó Je tu il elle; yo era la que tiraba nieve artificial por la ventana.
Cuando se marchó a Nueva York, fui a verla. En News from Home, su madre decía: «Ya te traerá dinero Marilyn». Atravesamos el país en un camión viejo junto con un grupo de chavales fugados y hippies.
Escribimos juntas un guion y fuimos a ver a un productor muy cotizado. En aquellos momentos él estaba demasiado ocupado y nosotras, muy impacientes, así que creamos Paradise Films. Por aquel entonces todo era fácil; no necesitamos más que doscientos dólares para empezar. En el medio de este alegre caos, hicimos Jeanne Dielman. La historia de nuestra película se fundía con la historia de nuestra vida. Lo pasábamos bien, viajábamos por el mundo para ir a festivales. Conocimos a gente alucinante que se convirtió en compañera y amiga.
Acuden tantas imágenes de películas a mi mente…: estamos en la estación de tren, en Alemania, esperando a Aurore Clément, el día anterior al inicio de Les Rendez-vous d’Anna. Aurore sale del tren con un abrigo maravilloso. Para mí, aquello fue el comienzo de la película. Y uno de mis recuerdos profesionales favoritos es el de cuando Chantal y yo nos lanzamos a la caza de trajes para Histoires d’Amérique en el armario de antiguos actores, en Nueva York.
Vivíamos con mucha libertad, nos sentíamos libres de preocupaciones, vivíamos peligrosamente. Paradise Films tuvo momentos álgidos gloriosos y bajones tremendos, y la cuidamos muchísimo. Yo no diría que haya producido las películas de Chantal; simplemente quería que fuesen. Nos arriesgamos con cada una de ellas.
Con Chantal, el proceso parecía evidentísimo. En el caso de D’Est, fuimos en coche de Bruselas a Odesa. Había veces en que pasábamos el día entero sin filmar. Después, de repente, ella decía: «Vamos fuera», y se ponía a dirigir una toma. Afirmaba ser perezosa, pero tiene una energía descomunal y una capacidad de trabajo extraordinaria.
Aunque se trata de una historia vital recortada en diversos movimientos y que ha tenido sus holas y sus adioses, fue amiga mía durante cincuenta años y aún lo es.
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Marilyn Watelet nació en Bruselas. Empezó en la televisión belga y, junto con Chantal Akerman, fundó la empresa Paradise Films en la década de 1970.
Trabajó como directora de escena, auxiliar de dirección, jefa de producción y productora en cerca de treinta películas de ficción y largometrajes realizados por Chantal Akerman y otros cineastas, al tiempo que impartía clases en el INSAS (Institut national supérieur des arts du spectacle, o Instituto Nacional Superior de las Artes del Espectáculo) desde 1992 y, a partir de 1994, realizaba documentales con Szymon Zaleski: Fin de siglo (1994), École 27 (1996), Elian, l’enfant captif (2001) o À toute épreuve (2004).
Desde el año 2005 se dedica a la realización de documentales radiofónicos. Marylin Watelet lleva desde 2015 programando filmes en la Semana Belga en La Habana y también es administradora asociada de la Fondation Chantal Akerman (Fundación Chantal Akerman).