LA REVOLUCIÓN EQUIVOCADA
Por Jake Perlin
«¡El mundo entero lo está viendo!». Este fue el grito de guerra de los manifestantes en la Convención Demócrata de 1968 en Chicago, que pretendía dirigirse a los espectadores que veían la violenta represión a través de la televisión. Un reclamo contra el gobierno y la policía para recordarles que ninguna persona razonable toleraba que aquéllos con cascos y porras apaleasen a estudiantes desarmados, y que les estaban observando, juzgando y condenando. Un grito lanzado para avergonzar. Muchos ni se sienten avergonzados.
Así que, por cada estadounidense que se avergonzaba por el derramamiento de sangre, otro lo consentía, y como quiera que eligieran llamarlo para cubrirse, ya fuese «mayoría silenciosa» o «ley y orden», el temor contenía una creencia fundamental, tal como Jelani Cobb identificó claramente en un artículo de la revista New Yorker en 2016 titulado «Donald Trump, Chicago y lo aprendido de 1968»: «los resentimientos latentes de los blancos que surgieron a finales de la década de 1960, motivados por la creencia de que el gobierno federal se había convertido en una herramienta de redistribución de riqueza a las manos de las comunidades afroamericanas y latinas». Fue entonces, a finales de esta década, cuando un joven neoyorquino, promotor inmobiliario y en formación para convertirse en un capitalista sin escrúpulos, cumplió la mayoría de edad.
La poca educación afectiva de Donald Trump se debe a una niñez antiurbana muy singular, durante una época específica: la Nueva York de los años 70 del gobernador Nelson Rockefeller y de un observable liberalismo desenfrenado. Una época en la que aquellos que habían luchado tanto empezaban a olvidar las luchas de los demás, la deshumanización acelerada hacia cualquiera que necesitase ayuda, y el establecimiento de políticas creadas con la intención de mantener a ciertos grupos en lo más bajo de la sociedad estadounidense. Una época meticulosamente manipulada para servir aún como base del miedo hacia aquello a lo que se opone tanto conservadurismo moderno. Una historia editada para ignorar a aquellos que sufrieron y para convertir en héroes a aquellos que reconfiguraron la ciudad a su gusto: próspera para los que tenían los medios.
Pero también fue una época de resistencia activa, tal como se puede observar en una huelga laboral en Charleston, Carolina del Sur, (I am somebody), y en la ocupación de un edificio antes del aburguesamiento del Northside de Williamsburg, Brooklyn, (People’s firehouse #1), que, incluso a pesar de haber sido victorias, se han borrado de la conciencia social a causa de décadas de tergiversación y, sobre todo, del capitalismo. Eventos enturbiados intencionalmente para poner su veracidad eternamente en entredicho (la rebelión de los presos de la cárcel de Attica), y apropiados indebidamente para dar una imagen manipulada de una cosmovisión en contra de los pobres, de los obreros y de las comunidades.
Actualmente, la película con más éxito en Nueva York es I am not your Negro, de Raoul Peck. Todo un taquillazo en las salas de toda la ciudad, que recuerda, o más bien, presenta a los espectadores al mejor escritor estadounidense nativo de Harlem, James Baldwin. Lo que es innegable es que hay un claro deseo, una necesidad de escuchar una voz sincera y elocuente pero a la vez impaciente y furiosa, cuyas palabras y acciones pueden y pudieron humillar, y lo seguirán haciendo, a lo hasta ahora inhumillable.
Stations of the elevated, rodada en 1977, muestra el momento culminante de la demonización de Nueva York. Una campaña nacional para tachar Nueva York de insalvable y una estafa a largo plazo en la que Trump y muchos otros promotores inmobiliarios son los principales truhanes que utilizan en su beneficio la depresión en la que estaba sumida la ciudad. Lo que Trump no podía saber entonces era que su desprecio y sus estafas no solo engañarían a políticos para conseguir ventajas fiscales, sino que iniciarían una revolución que lo colocaría en la Casa Blanca. Por ahora.
Otra cosa que Trump no sabe: la película Stations termina con un vagón de metro pasando con estruendo hacia el atardecer, al son del «Aleluya» de Aretha Franklin, y I heard it through the grapevine termina con Baldwin, después de haber sido amenazado durante un discurso que daba, diciendo: «Te diré una cosa: ¡ya no importa lo que tú pienses! ¡A la doctrina de la supremacía blanca sobre la que se ha construido el mundo occidental le ha llegado su hora, le ha llegado su día, se ha terminado!».
Quizá aún le quede una hora, pero no más.
ATTICA
El malestar social alcanzó su clímax el 9 de septiembre de 1971, cuando los presos de la cárcel estatal de Attica, tras meses denunciando condiciones de vida inhumanas, se rebelaron, tomando parte de la prisión y haciendo 39 rehenes. La revuelta tuvo como resultado 43 muertos, después de la intervención de la policía estatal para reprimir a los amotinados. Censurada por más de 33 años, Attica supone una reveladora y aleccionadora mirada al corazón de la justicia estadounidense, sopesando los costes de la falta de honestidad institucional y abusos de poder, con el precio que algunos pagan por mantener la dignidad humana.
I AM SOMEBODY
I Am Somebody documenta la huelga de 113 días llevada a cabo por miembros del Hospital Nacional de la Unión y de los empleados del asilo de ancianos en Charleston, en Carolina del Sur, durante la primavera de 1969. La película explora la lucha de estos trabajadores de la sanidad, con salarios bajos, negros y en su mayoría mujeres, por alcanzar justicia económica, dignidad y respeto.
I HEARD IT THROUGH THE GRAPEVINE
Con James Baldwin y David Baldwin
James Baldwin vuelve sobre sus pasos por el Sur en la época del movimiento de los derechos civiles, reflexionando con su particular perspicacia y brillantez sobre el transcurso de más de dos décadas. Desde Selma y Birmingham, y Atlanta, hasta las playas de St. Augustine, Florida, con Chinua Achebe, y de nuevo hacia el norte, a Newark con Amiri Baraka, Baldwin evidencia la ilusión de progreso tras el movimiento, preguntándose qué fue de aquellos niños y de aquéllos que no murieron, pero cuyas vidas fueron aplastadas en el camino hacia la libertad.
PEOPLE’S FIREHOUSE #1
Producido por Third World Newsreel
Distribuidora TWN (este año es el 50 aniversario de TWN)
«Le estamos demostrando a todo Estados Unidos que se puede luchar contra el sistema y ganar». Los polaco-americanos de Brooklyn se dieron cuenta de que su comunidad estaba siendo atacada por la burocracia de la ciudad: escuelas, hospitales y otros servicios habían sido cerrados o sufrido recortes y el barrio había entrado en decadencia. El cierre del puesto de bomberos local fue la gota que colmó el vaso.
STATIONS OF THE ELEVATED
Stations of the Elevated es la primera película que documenta el arte del graffiti. Su realizador, Manfred Kirchheimer, entremezcla el sonido ambiente de la ciudad con la desgarradora música del gigante del jazz Charles Mingus. Considerada por cinéfilos y representantes del hip-hop como una oscura pieza de culto desde que se estrenó en 1981 en el New York Film Festival, Stations of the Elevated es una celebración de la quintaesencia del arte urbano, en una época en la que era ampliamente considerado como vandalismo.