El director de esta película y su familia reciben como herencia unos terrenos que ni siquiera saben donde están, pues son absurdamente pequeños y se encuentran desperdigados en medio del monte.
Junto a su padre, emprende una búsqueda para localizarlos y tratar de agruparlos con los de su tío Lalo, para ver si así alcanzan algún valor. Sin embargo, la tarea resulta ser más complicada de lo esperado, y poco a poco también empieza a perder su sentido original.
Las líneas marcadas en los mapas desaparecen, se desdibujan al buscar las divisiones del terreno, y lo que en realidad se revela son las cicatrices de una forma de vida y una sociedad a punto de desvanecerse.
La herencia deja de tener su razón de ser. Podría haber sido una última oportunidad de cambio, pero se queda simplemente en un último rastro antes del olvido.