Ya ha pasado un año desde que un grupo de jóvenes realizadores, llegados de distintas partes, asumió el reto de retratar a un habitante de Tui. De esa experiencia intensa y enriquecedora surgió una película colectiva, IDA E VOLTA. Diez retratos bajo un mismo impulso, diez pinceladas que registraban ese encuentro entre los retratados y sus retratistas, congelando un trocito de vida, capturado en imágenes. Ese intercambio de miradas, las de los jóvenes realizadores en su trabajo conjunto y la de cada realizador con su personaje, se convirtió en una huella de un tiempo compartido, lleno de búsquedas, diálogo, inquietudes vitales y cinematográficas. Una huella que se hizo imborrable hasta el punto de generar la necesidad de continuar con el proyecto. Os proponemos, entonces, seguir con esa aventura inolvidable y excitante. Esos jóvenes realizadores regresan ahora para reencontrarse con sus personajes. El tiempo ha pasado para unos y otros. Y aquella primera aproximación es retomada en el punto donde la dejamos. Capturar un encuentro es posar la mirada curiosa sobre el otro, sobre sus gestos, su forma de hablar, de andar, de sonreír, de devolvernos la mirada en silencio. Qué hay detrás de esas imágenes? Mejor aún, qué hay antes de esas imágenes? Filmar lo que hubo, filmar un pedacito de la historia de vida de la persona retratada. Este será el reto de este año. Manejar, como maneja el cine, la filmación del presente o de lo que existe delante de la cámara (lo único filmable, de hecho) para hablar del pasado o lo que ya pasó. Moldear la presencia para tratar la ausencia. Cuestión cinematográfica entonces, pero de nuevo también vital: no estamos hechos en buena parte de aquello que ya vivimos? Retrato-memoria pues para este año. Segunda parada de un camino ya iniciado y que nos deberá llevar a explorar en las próximas ediciones las rugosidades de lo que implica ese gesto primero que es mirar y recibir la mirada de aquél que tenemos delante.