Bienvenida Helke Misselwitz

Recuerdo una larga mesa cubierta de blanco al aire libre en un mesón, en el Parque Natural del Monte Aloia.

Sentada bajo cipreses, abetos y cedros (qué fragancia, aquella) con cineastas, críticos de cine y el equipo del festival. Disfrutando del vino y de la comida tradicional. Charlamos animadamente sobre el cine y la vida. Luego caminamos en grupos por el parque entre roca de granito y huellas de caballos salvajes, con la esperanza de llegar a contemplar uno de esos raros y tímidos animales. Caballos no llegué a ver. Pero burros si, más tarde en la gran pantalla, en el concierto de aquella noche. Una propuesta maravillosa llena de sonidos e imágenes sorprendentes.

Nunca había oído hablar del festival Play-doc hasta entonces, cuando Sara García Villanueva y Ángel Sánchez me invitaron a acompañar una retrospectiva de mis primeras películas realizadas en la década de 1980 a 1990 en el DEFA Studio for Documentary Films.

Durante aquellos días en Tui llegué a entender por qué allí, en Galicia, hay un festival internacional de cine documental.

En primer lugar, es una ciudad históricamente significativa, cuyo testimonio del paso del tiempo labrado en  piedra, acompaña a las películas como testimonios de su tiempo. Desde mi habitación de hotel podía ver el Río Miño, que lleva el agua de las montañas al mar y forma la frontera entre los dos países, España y Portugal.

Como también demuestra el buen cine, los límites se pueden trascender enriqueciéndonos, iluminándonos, estimulando nuestra imaginación, dándonos la esperanza de que la vida no solo es cruel sino también hermosa y que de nosotros depende el cambiarla.

Y luego está la gente de Tui. Para mí, como directora, me encantaba ser abordada en la calle por mujeres del pueblo en los días siguientes. Mujeres que habían visto mis películas y decían que les habían dado coraje y ganas de vivir.

Gracias Sara, Angel, Jorge y todo el equipo de play-doc, que hicieron posible para mí esta experiencia inolvidable.

Helke Misselwitz